jueves, 17 de marzo de 2022

México vs el estilo colonial mexicano


Autor: Dr. Arq. Joel Olivares Ruiz

Literalmente cualquier construcción hecha en México entraría por antonomasia en este término: colonial mexicano, sin embargo hay factores que, como interpretación cultural de la gama de opciones en los modelos universales con los que se tiene contacto en las diferentes épocas, hay algunos que son más aceptados y van marcando un grupo de conceptos que, al verse repetidos, se va creando dentro de cada movimiento una línea virtual de lo que llamaríamos el carácter mexicano. Así como el charro mexicano nos define como ícono de la interpretación andaluza campirana, el llamado estilo colonial mexicano se acepta como tradición de la arquitectura original, nacionalista, regional y perecedera. Los muros macizos aplanados en blanco o pintados color ocre, las incrustaciones de piedra, los muros aparentes de tabique, los techos inclinados, la teja española, las herrerías, balaustradas y celosías, sería una interpretación esquemática de añoranza en las haciendas coloniales.

Y no es que no se utilizase hasta la etapa neoclásica de la mayor parte de regiones occidentales, sino que, en un sentido regresivo ante la callada abstracción del movimiento moderno, surgió un estilo mestizo, que recuperó y le dio forma y lenguaje.


Nuestra hipótesis tiene que ver con la comunicación de masas que es el cine, después de la Segunda Guerra Mundial en los años 50, como respuesta al movimiento nacionalista del cine mexicano iniciado en los años 40 por Emilio el Indio Fernández, como exiliado mexicano donde incursionó en el cine norteamericano, en la época de las películas de vaqueros; la traducción mexicana durante la guerra fue los charros y las haciendas. Tema que dominaba a la perfección por ser ex militar. La fotografía de Gabriel Figueroa y la escenografía del Manuel Caco Parra fue, para nuestra hipótesis, una iconografía de la identidad romántica del nacionalismo mexicano, sobre todo en California para los ricos inmigrantes mexicanos y en la ciudad de México en la que delegaciones (ahora alcaldías) como Coyoacán se llenaron de micro-haciendas con ese estilo.


En los años 70 ya era aceptada esa modalidad por la mayoría de arquitectos, decenio en que inicia el movimiento posmoderno con un cambio de paradigma. Pero el problema es la interpretación, porque se demolían edificios neoclásicos para sustituirlos por interpretaciones esquemáticas del colonial mexicano, o se cambiaban fachadas de obras clásicas del moderno de los años 30 para hacer que parecieran neoclásicas.

Sin estudiar los conceptos básicos del neoclásico que son la proporción, los decorados, las herrerías y las balaustradas. Tenemos buenos ejemplos en los centros históricos de México. En otras palabras, en lugar de interpretar el neoclásico como lenguaje histórico de la evolución universal de la arquitectura, en la zona se salva Armando Bravo, partiendo de su formación neoclásica fue incorporando conceptos del Moderno.

El trabajo de investigación, experimentación e interpretación del lenguaje de la arquitectura llamada nacionalista, porque es sensible a la identidad, concepto desarrollado por Enrique Murillo, parte de otros parámetros, remontándose a la arquitectura tradicional campestre, pero diseñándola con tecnología y lenguaje contemporáneo. Esta simbiosis estaba reaccionando hacia la visión esquemática de la mayoría de arquitectos funcionalistas del Moderno, donde más que desarrollar un proceso de investigación personal solo dan respuesta a las solicitudes de estilo de sus clientes.


La arquitectura de Enrique Murillo se basa en el estudio de las cubiertas, remontándose a las orientales, la construcción de tecnologías artesanales, como la piedra, el tabique aparente, las bóvedas los arcos, las chimeneas, y la madera, sobre todo de vigas recicladas, para hacer una arquitectura de volumetría contemporánea. La fusión de la arquitectura con el Diseño de Interiores con muebles forjados.

En sus charlas Murillo ha admitido la impresión que le produjo, siendo estudiante, la visita junto a su tío a la casa del Indio Fernández, hecha por el Manuel Caco Parra. El manejo de los volúmenes, los espacios continuos y la referencia nacionalista de la casa de este personaje le marcó a Murillo para su obra. Por el efecto cinematográfico de esta casa, el concepto de la arquitectura como tratamiento de la escenografía lo dirige hacia el movimiento Posmoderno.



Y es ahí donde establecemos, por la época de los 70, que su obra viene siendo la de un arquitecto precursor de este movimiento en México, afín a la principal característica que es la reconciliación con el proceso evolutivo de la arquitectura histórica.

La ballena emplumada, nombre que le dio George Vinaver como propietario a esta obra emblemática y premiada por la Bienal de Arquitectura, es un nombre que es un juego retórico de la imagen original de la cubierta de tejamanil. Se trata de una propuesta del enfoque contemporáneo de arquitectura que algunos la nombran como nacionalismo histórico. Nada más alejado a este término, pues de lo que se trata, para su autor, es dar soluciones estructurales de baja tecnología, utilizando los materiales y la mano de obra artesanal local. Este edificio fue hecho para un personaje de nacionalidad francesa, fotógrafo de cine que se quedó en México por identificarse con nuestra cultura y fue pareja de una famosa bailarina y actriz.

El conjunto residencial es de un volumen diseñado como una pequeña aldea, topológicamente intencionada de manera arbitraria, con bloques a manera de contrafuertes y la textura es del tabique, que se asemeja al barro del adobe. Los volúmenes resaltados tienen una geometría fractal y eso los hace más integrados a las bóvedas y arcos. En a textura de los pisos con pequeñas piezas de cerámica se relacionan estos conceptos a lo que hemos planteado como arquitectura africana. Y tal vez esta mezcla de orígenes, entre africana, mexicana y francesa con las cubiertas, es lo que hace esta obra original y relevante.

La entrada con un arco delimita la aldea de 10 departamentos con el primer nivel de cocheras enterradas en la loma, con bóveda de tabique y concreto, para dejar el segundo nivel como terraza. Con ello separar la parte vehicular con la peatonal, los accesos a este primer nivel de mini-departamentos amueblados es a través de terrazas y desniveles, con ello se logra privacidad en la comunidad de la aldea, desde afuera más parece medioeval románico-francesa, sobre todo con el techo de láminas de plomo.El resultado es un conjunto habitacional agradable para vivirlo, con la privacidad de estar separado por terrazas y escaleras y la comunidad de las áreas verdes. Los habitantes transitorios que alquilan este sitio adquieren este común denominador de vivir un entorno netamente mexicano.


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