Autor: Joel Olivares Ruiz
El movimiento Posmoderno, como conciencia, para algunos teóricos de la arquitectura inicia en los años 70 colocando a Robert Venturi como uno de sus principales referentes con el texto Complejidad y Contradicción en la Arquitectura, una crítica al movimiento Moderno que de ser experimental y de vanguardia se queda con un lenguaje degradado de la propuesta estético-futurista de Le Corbusier.
A nuestra generación que egresó en la década de los 70, el Moderno como propuesta teórica seguía vigente: construir vivienda popular, funcionalista y con el mínimo de inversión era la meta. Es así que surge el auge de los desarrollos. La inclusión del INFONAVIT permitía elaborar un modelo de vivienda unifamiliar, cada vez más pequeño, que se sometiera a las reglas de la financiación bancaria para reproducirlo miles de veces, ignorando la posición en la orientación y sobre todo la identidad de los habitantes, al tener todas las casas iguales… al menos en el día de la inauguración.
Si bien se seguían los modelos europeos y norteamericanos que llegaban a través de las publicaciones como la norteamericana “Architectural Record”, la italiana “Domus” o la japonesa “GA”, la etapa que nos tocó vivir en México fue el llamado estructuralismo mexicano, con Teodoro González de León y Abraham Zabludosky, ambos siguiendo a Paul Rudolph. Sin embargo, en México se generó un movimiento distinto, que ya desde el Art-Decó presagiaba el nacionalismo, pero fue interpretado de manera distinta por Luis Barragán.
En lugar de trasponer los códigos de la arquitectura nacionalista, L. Barragán buscó las raíces: por una parte, de las haciendas españolas en México, la arquitectura mediterránea de España y los colores y texturas de la arquitectura marroquí, aplicando la arquitectura racionalista de Le Corbusier que tuvo la oportunidad de conocer en su Atelier en París. Podemos encontrar similitud de lenguaje de la primera época lecorbusiana, sobre todo en la composición de la planta y el manejo de las dobles alturas, pero imprimió a partir de ahí elementos distintos, locales de nuestra idiosincrasia, sobre todo teatrales.
La fachada de su casa estudio está intencionada para que pase desapercibida para que se integre al contexto urbano de esa colonia obrera donde está construida. Está aplanada y no tiene volados, apenas tres ventanas; una de ellas, la mayor con vidrio traslúcido, es decir, solo usa la fachada principal para iluminación y ventilación de nivel superior.
La casa es de dos niveles y parece de tres porque la azotea la construye como un patio conventual.
La famosa escalera en el estudio tiene un referente en una escalera pequeña que hace Le Corbusier en la Unidad Habitacional de Marsella y en la casa museo de Zúrich.
La composición de planos en la azotea recuerda al movimiento Stijl como composición de espacialidad, a través de la fuga dinámica de los planos a partir de un eje vertical.
Lo más interesante es el concepto de privacidad que tiene como función y la ruptura con el funcionalismo al hacer una arquitectura de recorridos. La entrada está alejada del vestíbulo y compacta con una banca de madera como monasterio; las visitas tendrían que esperar ahí antes de ingresar a la privacidad de la casa. Superado, el vestíbulo se presenta cerrado, con dos puertas: una hacia la estancia y otra hacia el comedor. Pero ahí está la zona espectacular de la escalera, hoy minimalista. Llena de luz teatral, refleja con el cuadro de oro. En la parte inferior se ubica una silla y el teléfono, el sitio interior más alejado para comunicarse al exterior. Hoy lo tendríamos en la sala de la casa o en la sala familiar, para él; deducimos la dificultad de comunicarse con él y, cuando accediese, todo un rito, casi un púlpito.
En la parte trasera está el desayunador, el comedor, la sala con la salida al jardín y la ventana con una cruz. Elimina los manguetes perimetrales al hacer un cambio en el muro, para que desde el interior solo se vea la cruz y con ello, logra una escultura.
El jardín es el protagonista, como un bosque, con un circuito perimetral para los paseos.
Los patios interiores con los jarrones, son muy árabes o moriscos españoles. Por su parte, los muebles son muy de hacienda mexicana como los colores en los muros, que resultaron su sello de distinción.
Dos anécdotas tenemos con relación a su obra. La primera es un estudio que realizamos para la tesis de doctorado sobre el uso de la luz en su obra arquitectónica. Encontramos 17 aplicaciones de conceptos de luz y solo cinco colores, aunque este concepto de color, lo integramos como luz congelada. Se conoce la arquitectura barraganezca por el uso del color en los muros y no por el estudio de la luz. Para él, era un factor esencial para hacer una arquitectura teatral o emocional, asesorado por el pintor Chucho López.
El movimiento Posmoderno, como conciencia, para algunos teóricos de la arquitectura inicia en los años 70 colocando a Robert Venturi como uno de sus principales referentes con el texto Complejidad y Contradicción en la Arquitectura, una crítica al movimiento Moderno que de ser experimental y de vanguardia se queda con un lenguaje degradado de la propuesta estético-futurista de Le Corbusier.
A nuestra generación que egresó en la década de los 70, el Moderno como propuesta teórica seguía vigente: construir vivienda popular, funcionalista y con el mínimo de inversión era la meta. Es así que surge el auge de los desarrollos. La inclusión del INFONAVIT permitía elaborar un modelo de vivienda unifamiliar, cada vez más pequeño, que se sometiera a las reglas de la financiación bancaria para reproducirlo miles de veces, ignorando la posición en la orientación y sobre todo la identidad de los habitantes, al tener todas las casas iguales… al menos en el día de la inauguración.
Si bien se seguían los modelos europeos y norteamericanos que llegaban a través de las publicaciones como la norteamericana “Architectural Record”, la italiana “Domus” o la japonesa “GA”, la etapa que nos tocó vivir en México fue el llamado estructuralismo mexicano, con Teodoro González de León y Abraham Zabludosky, ambos siguiendo a Paul Rudolph. Sin embargo, en México se generó un movimiento distinto, que ya desde el Art-Decó presagiaba el nacionalismo, pero fue interpretado de manera distinta por Luis Barragán.
En lugar de trasponer los códigos de la arquitectura nacionalista, L. Barragán buscó las raíces: por una parte, de las haciendas españolas en México, la arquitectura mediterránea de España y los colores y texturas de la arquitectura marroquí, aplicando la arquitectura racionalista de Le Corbusier que tuvo la oportunidad de conocer en su Atelier en París. Podemos encontrar similitud de lenguaje de la primera época lecorbusiana, sobre todo en la composición de la planta y el manejo de las dobles alturas, pero imprimió a partir de ahí elementos distintos, locales de nuestra idiosincrasia, sobre todo teatrales.
La fachada de su casa estudio está intencionada para que pase desapercibida para que se integre al contexto urbano de esa colonia obrera donde está construida. Está aplanada y no tiene volados, apenas tres ventanas; una de ellas, la mayor con vidrio traslúcido, es decir, solo usa la fachada principal para iluminación y ventilación de nivel superior.
La casa es de dos niveles y parece de tres porque la azotea la construye como un patio conventual.
La famosa escalera en el estudio tiene un referente en una escalera pequeña que hace Le Corbusier en la Unidad Habitacional de Marsella y en la casa museo de Zúrich.
La composición de planos en la azotea recuerda al movimiento Stijl como composición de espacialidad, a través de la fuga dinámica de los planos a partir de un eje vertical.
Lo más interesante es el concepto de privacidad que tiene como función y la ruptura con el funcionalismo al hacer una arquitectura de recorridos. La entrada está alejada del vestíbulo y compacta con una banca de madera como monasterio; las visitas tendrían que esperar ahí antes de ingresar a la privacidad de la casa. Superado, el vestíbulo se presenta cerrado, con dos puertas: una hacia la estancia y otra hacia el comedor. Pero ahí está la zona espectacular de la escalera, hoy minimalista. Llena de luz teatral, refleja con el cuadro de oro. En la parte inferior se ubica una silla y el teléfono, el sitio interior más alejado para comunicarse al exterior. Hoy lo tendríamos en la sala de la casa o en la sala familiar, para él; deducimos la dificultad de comunicarse con él y, cuando accediese, todo un rito, casi un púlpito.
En la parte trasera está el desayunador, el comedor, la sala con la salida al jardín y la ventana con una cruz. Elimina los manguetes perimetrales al hacer un cambio en el muro, para que desde el interior solo se vea la cruz y con ello, logra una escultura.
El jardín es el protagonista, como un bosque, con un circuito perimetral para los paseos.
Los patios interiores con los jarrones, son muy árabes o moriscos españoles. Por su parte, los muebles son muy de hacienda mexicana como los colores en los muros, que resultaron su sello de distinción.
Dos anécdotas tenemos con relación a su obra. La primera es un estudio que realizamos para la tesis de doctorado sobre el uso de la luz en su obra arquitectónica. Encontramos 17 aplicaciones de conceptos de luz y solo cinco colores, aunque este concepto de color, lo integramos como luz congelada. Se conoce la arquitectura barraganezca por el uso del color en los muros y no por el estudio de la luz. Para él, era un factor esencial para hacer una arquitectura teatral o emocional, asesorado por el pintor Chucho López.
La otra anécdota fue en clase en el doctorado en Madrid, con Ma. Teresa Muñoz, donde me preguntó si conocía la obra de Barragán. Le expresé que en su momento en el año 1968 nos llevaron a conocer las nuevas instalaciones deportivas que se estaban construyendo para las olimpiadas y visitamos el Hotel Camino Real, que nos dijeron que era de L. Barragán. Se armó polémica entre los académicos que tomó otro matiz cuando vino de visita Miguel Martínez Garrido a México. Me pidió llevarlo a la Casa Estudio y ahí se entrevistó con su antigua secretaria, que administraba la casa. Le hizo la pregunta polémica: ¿qué intervención tuvo L. Barragán en el Hotel Camino Real?, ella contestó: toda, ese joven lo venía a consultar diario durante la construcción del Camino Real.
En la biografía de Ricardo Legorreta, se escribe:
sobresalió interpretando el estilo arquitectónico de los edificios de origen mexicano: colores vibrantes, formas geométricas, fuentes, espacios llenos de luz y patios íntimos con sellos de su estilo. En su trabajo figuran influencias del periodo colonial de México y del mundo islámico -los patios-. También fue influenciado por la arquitectura monumental de Louis Kahn. Uno de sus primeros edificios -el Hotel Camino Real de la Ciudad de México (1968)- fue uno de sus favoritos porque él decía que le ayudó a descubrir sus raíces mexicanas. Había estado muy enfermo y durante su recuperación creó un edificio que es ahora una de sus obras más famosas.
Si quitamos el nombre de Legorreta y colocamos el de Luis Barragán, lo define correctamente. Él nace en la Ciudad de México, no tiene la cultura provinciana, no viaja a Marruecos ni conoce a Louis Khan como sí lo hizo Luis Barragán.
Con esta disertación no queremos minimizar la obra y figura de Ricardo Legorreta. Lo que ponemos en cuestión es la actitud de obviar la influencia que tuvo para considerarlo su maestro y continuar con su filosofía de obra. Pero ese pensamiento es posmoderno. Hace falta la grandeza del personaje para reconocer a su maestro como lo hizo F. L. Wrigth llamando Lieber master a Luis Sullivan, al visitarlo en su lecho de muerte.
Para Carlos Caballero, desde estudiante manifestó una pasión por la arquitectura y tomó en forma madura para su edad, a Luis Barragán como tutor ideológico. Tenemos idea que lo conoció personalmente y no me sorprende porque desde joven mostró una cultura elevada para el medio y una personalidad siempre mesurada, coherente a Barragán como personaje.
La arquitectura que ha diseñado Carlos Caballero Lazzeri, como la Casa Rosa, tiene una lectura clara y expresiva, tal como lo explica conscientemente y en sus palabras:
Ubicada en un barrio de la periferia de Orizaba, la verdadera protagonista de esta obra, combinación de casa con taller de arquitectura, es la naturaleza tropical que la envuelve. Es por ello que la “fachada principal” desaparece tras una densa pared de bambú y su fachada interior dialoga con un jardín que conservó los árboles del antiguo huerto de café y en donde las nuevas plantas están colocadas intentando dar la impresión de un paisaje no intervenido por el hombre. También a ello se debe que la gran mayoría de las ventanas vean hacia grupos de plantas y puedan leerse como “cuadros” de exuberante vegetación.
Interiormente, espacios de varias alturas se conectan visualmente con el más alto – de tres niveles- propiciando un flujo espacial sólo interrumpido en el “confinamiento” de los cuartos privados.
Constructivamente esta obra fue realizada con muros de carga y trabes y refuerzos verticales de concreto integrados en los planos para no entorpecer el efecto de las superficies elementales que confinan los volúmenes y los espacios. Con este criterio se trataron también las instalaciones cuya presencia pasa desapercibida. Climáticamente, en una zona donde predomina el calor, además del efecto benefactor de las plantas, las cubiertas de vigueta y bovedilla recubiertas en terrazas y azoteas con cuarterón de barro propician la muy bienvenida frescura del interior, efecto que se ve reforzado por cubiertas de lámina orientadas al sol de la tarde y que, al ser su cometido exclusivo proveer de sombra a las ventanas, están ligeramente separadas de las fachadas para permitir que el aire fluya libremente.
Toda distancia guardada, la estética de esta obra debe mucho a las propuestas de Luis Barragán, no solo en su manejo espacial o tratamiento de su plástica sino también –quizás sobre todo- en conceptos tales como la búsqueda de la paz, la serenidad y el silencio. - Carlos Caballero Lazzeri
Constructivamente esta obra fue realizada con muros de carga y trabes y refuerzos verticales de concreto integrados en los planos para no entorpecer el efecto de las superficies elementales que confinan los volúmenes y los espacios. Con este criterio se trataron también las instalaciones cuya presencia pasa desapercibida. Climáticamente, en una zona donde predomina el calor, además del efecto benefactor de las plantas, las cubiertas de vigueta y bovedilla recubiertas en terrazas y azoteas con cuarterón de barro propician la muy bienvenida frescura del interior, efecto que se ve reforzado por cubiertas de lámina orientadas al sol de la tarde y que, al ser su cometido exclusivo proveer de sombra a las ventanas, están ligeramente separadas de las fachadas para permitir que el aire fluya libremente.
Toda distancia guardada, la estética de esta obra debe mucho a las propuestas de Luis Barragán, no solo en su manejo espacial o tratamiento de su plástica sino también –quizás sobre todo- en conceptos tales como la búsqueda de la paz, la serenidad y el silencio. - Carlos Caballero Lazzeri
Esta obra es su casa, construida en 1987 en Orizaba Veracruz, con la oportunidad expresiva de usar los colores intensos en toda la casa. Pero al igual que la Casa Estudio de Luis Barragán, tiene estrategias similares de hacerla minimalista al exterior y abierta al interior del terreno, dejando el jardín como protagonista de la arquitectura. Es una arquitectura de recorridos donde se entrelaza el taller-estudio y la privacidad de la casa. Al dormitorio se puede acceder desde la sala comedor a través de la escalera, dado que queda en un tercer nivel o desde el estudio. Es una síntesis o traje a la medida de un arquitecto devoto de la arquitectura.
CASA ARENA
La ubicación en esquina de esta vivienda –confinada tanto por su calle principal de por otra secundaria que permite dar servicio al campo de golf– hizo posible acceder de manera central a un vestíbulo de doble altura desde el cual es posible llegar tanto a las áreas privadas y de servicios como a las sociales a él unidas espacial y visualmente. En el tratamiento de este espacio de distribución centralizada interactúan el muro de altura y media que cubre la escalera, el puente a través del cual se accede a los dormitorios de los hijos y la sucesión de trabes peraltadas de la cubierta que filtran la luz cenital.
Tomando en cuenta que el mayor atractivo del terreno es su unión con el campo de golf, los espacios principales de esta casa niegan la calle y ven a dicha gran área verde de forma tal que, tanto en la sala, el comedor y la cocina/desayunador de la planta baja como en el dormitorio principal con vestidor y baño y la biblioteca de la planta alta, se ubicaron terrazas a cubierto que enfatizan este diálogo de excepción entre interior y exterior.
Finalmente el tratamiento formal de esta residencia derivó, tanto de la importancia de la relación con el campo de golf recién nombrada como de la necesidad perceptual de cobijo climático y psicológico por lo que todos los espacios están envueltos o protegidos por un gran plano en forma de marco que, con el mismo grosor, cubre, tanto los dos muros longitudinales – de colindancia y calle lateral- como la cubierta a ellos unida. - Carlos Caballero Lazzeri
Tal como lo expresa Carlos Caballero, la síntesis de la obra la cobija con un marco estructural de muros-techo, para dejar la fachada principal compuesta con bloques, más que aberturas, minimizando poner en el mismo plano las puertas de las cocheras. El atractivo muro rosado le da un toque escultórico de contraste y significación.
Lo interesante de este proyecto es cómo el tercer plano que se vislumbra desde la entrada y desde la parte posterior de color rosa, contrasta con los colores arena de esta gama, pero le da profundidad y luminosidad, sobre todo porque al ser un muro que sirve de estructura para la escalera, ocultándola. Tiene a doble altura, la luz cenital. Ya en el interior, en la zona del comedor, el muro rosa es muy potente en luminosidad.
CASA BLANCA
Tomando en cuenta que el mayor atractivo del terreno es su unión con el campo de golf, los espacios principales de esta casa niegan la calle y ven a dicha gran área verde de forma tal que, tanto en la sala, el comedor y la cocina/desayunador de la planta baja como en el dormitorio principal con vestidor y baño y la biblioteca de la planta alta, se ubicaron terrazas a cubierto que enfatizan este diálogo de excepción entre interior y exterior.
Finalmente el tratamiento formal de esta residencia derivó, tanto de la importancia de la relación con el campo de golf recién nombrada como de la necesidad perceptual de cobijo climático y psicológico por lo que todos los espacios están envueltos o protegidos por un gran plano en forma de marco que, con el mismo grosor, cubre, tanto los dos muros longitudinales – de colindancia y calle lateral- como la cubierta a ellos unida. - Carlos Caballero Lazzeri
Tal como lo expresa Carlos Caballero, la síntesis de la obra la cobija con un marco estructural de muros-techo, para dejar la fachada principal compuesta con bloques, más que aberturas, minimizando poner en el mismo plano las puertas de las cocheras. El atractivo muro rosado le da un toque escultórico de contraste y significación.
Lo interesante de este proyecto es cómo el tercer plano que se vislumbra desde la entrada y desde la parte posterior de color rosa, contrasta con los colores arena de esta gama, pero le da profundidad y luminosidad, sobre todo porque al ser un muro que sirve de estructura para la escalera, ocultándola. Tiene a doble altura, la luz cenital. Ya en el interior, en la zona del comedor, el muro rosa es muy potente en luminosidad.
CASA BLANCA
Sembrada en un predio con pendiente descendente del nivel de la calle de acceso hacia el fondo, esta vivienda acomoda sus espacios en forma escalonada cobijados, todos ellos, por una gran losa cuyos generosos aleros les protegen del intenso sol y las lluvias abundantes de esta zona tropical del Estado de Veracruz.
Un doble eje de circulación - pegado a la colindancia e iluminado cenitalmente- en un caso se desarrolla en línea recta y en el otro va descendiendo contestando a la inclinación del terreno, propiciando, ambos, el acceso a los espacios de uso que, de esta manera, tienen la cara opuesta a sus entradas abierta al jardín y sus terrazas desarrolladas en paralelo a la casa. Al final del recorrido, está ubicada el área social en el que el espacio fluye entre los distintos niveles y que está confinada, en dos de sus lados, por cristaleras que enmarcan la vegetación participando también, en otro de sus lados, del remate bañado de luz del gran pasillo doble de distribución que acentúa la sensación de amplitud y libertad.
Como su nombre indica, el tratamiento de los planos –muros, plafones, recubrimientos, piso y mangueteria - está trabajado en sutiles variaciones del blanco, color elegido para propiciar que, aún en las áreas en sombra de la cubierta protectora, la intensa luz natural brille en todo su esplendor.
Esta tercera obra expuesta explora más el Tardomoderno con las columnas redondas o pilotes lecorbusianos; al separarse de la colindancia, genera planos de luminosidad. Es un proyecto complejo que integra tres niveles donde aparenta dos. Aquí, tal vez por el programa, hay una separación tácita de las zonas de los dormitorios; la recámara principal está en la planta baja, junto al área común de sala comedor-cocina y, separada, el área de los hijos en otro nivel con salida al jardín.
Esta obra es su casa, construida en 1987 en Orizaba Veracruz, con la oportunidad expresiva de usar los colores intensos en toda la casa. Pero al igual que la Casa -estudio de Luis Barragán, tiene similares estrategias, de hacerla minimalista al exterior y abierta al interior del terreno, dejando el jardín como protagonista de la arquitectura. Es una arquitectura de recorridos donde se entrelaza el taller-estudio y la privacidad de la casa, al dormitorio se puede acceder desde la sala comedor a través de la escalera, dado que queda en un tercer nivel o desde el estudio, es una síntesis o traje a la medida de un arquitecto devoto de la arquitectura.
Lo que podemos concluir de la obra de Carlos Caballero es la religiosidad con la que aborda la arquitectura y la inteligente decisión de tomar como modelo no solo las propuestas de Luis Barragán, sino su interpretación y empatía por la propuesta emocional de la arquitectura, sensibilizando la materialidad de nuestra cultura con la teatralidad de la luz y el color. No es fácil, sobre todo en nuestra época, de libre albedrío de interpretar la creatividad sin límites, a costa y costos del usuario, aquí se demuestra la calidad de la obra y la coherencia en la aplicación en cada caso, desde el máximo de color en la casa propia hasta la ausencia del color en la casa blanca.
Luis Barragán no solo se adelantó a su época al hacer más humana la arquitectura, antes incluso de su decadencia del Movimiento Moderno. Tanto Tadao Ando como Alberto Campo Baeza lo reconocieron como referente para el movimiento posmoderno del Minimalismo. Carlos Caballero bebió de la misma fuente que Legorreta, pero a diferencia de este último, sí consideró a Luis Barragán como su Lieber Master.
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