Los Tres Robots, animación de Víctor Maldonado y Alfredo Torres (2019) |
Autor: Vietnam García León
Desde hace miles de años mujeres y hombres nos hemos reunido para contar historias, estas fueron, en un principio seguramente, a la luz de una fogata con un lenguaje que apenas nacía entre los seres humanos.
Con los años, que fueron acumulándose en siglos, este contar se fue transformando y poco a poco se convirtió en una disertación en un ágora, un baile ceremonial de una tribu, un recital de poesía, la plática familiar al final de la jornada, un concierto de rock y hasta la discusión apasionada dentro de un salón de clases.
Hoy, uno de los grandes placeres, que afortunadamente sigue siendo colectivo, es hacer y ver cine. Y uno de los tipos de cine que ha ido creciendo a pasos agigantados, es la animación. Basta ver las tres temporadas de Love, Death & Robots entre otros tantos ejemplos mundiales.
Si nos preguntamos de dónde salen tales animaciones, son precisamente de ese momento de charla, de ese contar historias entre nosotros, de ese reunirnos alrededor de una fogata, de una familia, de una idea para que, tras el ir y venir de comentarios, surja, un clip, un detonante, una chispa que lleve a incendiar la memoria y como tal recorra de arriba abajo una hoja de papel o la pantalla de nuestra computadora para hablarnos, contarnos, de amor, desamor, de paz y de guerra, de esperanza y de horror, en colores o en blanco y negro. Esas ideas que nos interesan, que nos apasionan y nos mueven.
Esas ideas que nos interesan, que nos apasionan y nos mueven. Contar historias es también la mejor forma de educar, donde el protagonista podemos ser todos, donde la emoción suple a los datos fríos, contar y escuchar una historia en vivo despierta a la mente, hace que uno o una nos metamos en el relato, que imaginemos con sonidos y colores dentro de un escenario, el salón, y los actores, docentes y estudiantes.
Cuando estamos escuchando de viva voz y cuando estamos contando de la misma manera surgen dos cosas espectaculares, una, la inteligencia narrativa, pero también una inteligencia colectiva, no olvidemos a esos primeros hombres que se juntaban al calor de la fogata tras la cacería, no olvidemos que contar en bola, siempre es mejor.
Desde hace miles de años mujeres y hombres nos hemos reunido para contar historias, estas fueron, en un principio seguramente, a la luz de una fogata con un lenguaje que apenas nacía entre los seres humanos.
Con los años, que fueron acumulándose en siglos, este contar se fue transformando y poco a poco se convirtió en una disertación en un ágora, un baile ceremonial de una tribu, un recital de poesía, la plática familiar al final de la jornada, un concierto de rock y hasta la discusión apasionada dentro de un salón de clases.
Todas esas formas y expresiones tienen algo en común, que están hechas para ser admiradas y lo más importante es que son actos colectivos, no se puede armar un baile, una charla, un recital, por una sola persona, además necesitan de un foro, es decir un lugar donde ser vistos por otros.
Los adelantos tecnológicos siempre han acompañado este contar, desde esa fogata que iluminó la pared para el primer intérprete de la primera historia contada, hasta la pantalla del dispositivo de hoy en día, pasando por una plazoleta, el escenario de un teatro, el aparato radiofónico y la sala del cine.
Los adelantos tecnológicos siempre han acompañado este contar, desde esa fogata que iluminó la pared para el primer intérprete de la primera historia contada, hasta la pantalla del dispositivo de hoy en día, pasando por una plazoleta, el escenario de un teatro, el aparato radiofónico y la sala del cine.
Fragmento de Storyboard del proyecto "Flores Rojas" de Rosa Itzel Castro Sénchez |
Hoy, uno de los grandes placeres, que afortunadamente sigue siendo colectivo, es hacer y ver cine. Y uno de los tipos de cine que ha ido creciendo a pasos agigantados, es la animación. Basta ver las tres temporadas de Love, Death & Robots entre otros tantos ejemplos mundiales.
Si nos preguntamos de dónde salen tales animaciones, son precisamente de ese momento de charla, de ese contar historias entre nosotros, de ese reunirnos alrededor de una fogata, de una familia, de una idea para que, tras el ir y venir de comentarios, surja, un clip, un detonante, una chispa que lleve a incendiar la memoria y como tal recorra de arriba abajo una hoja de papel o la pantalla de nuestra computadora para hablarnos, contarnos, de amor, desamor, de paz y de guerra, de esperanza y de horror, en colores o en blanco y negro. Esas ideas que nos interesan, que nos apasionan y nos mueven.
Storyboard para libro ilustrado "El libro triste" a cargo de Fabricio Torres |
Esas ideas que nos interesan, que nos apasionan y nos mueven. Contar historias es también la mejor forma de educar, donde el protagonista podemos ser todos, donde la emoción suple a los datos fríos, contar y escuchar una historia en vivo despierta a la mente, hace que uno o una nos metamos en el relato, que imaginemos con sonidos y colores dentro de un escenario, el salón, y los actores, docentes y estudiantes.
Fragmento de la animación "La Tiendita" de Héctor Orozco Luna |
Cuando estamos escuchando de viva voz y cuando estamos contando de la misma manera surgen dos cosas espectaculares, una, la inteligencia narrativa, pero también una inteligencia colectiva, no olvidemos a esos primeros hombres que se juntaban al calor de la fogata tras la cacería, no olvidemos que contar en bola, siempre es mejor.
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