Autor: Joel Olivares Ruiz
Texto editado para la Mostra del Cinema en Venecia, Italia 2014
México es un país de muchos contrastes. Es una extraña mezcla con la cultura indígena que ha podido sobrevivir a través de los siglos intacta para bien y para mal. Para bien porque otorga una identidad muy fuerte de tradiciones, de mística, de una visión surrealista de la vida para nuestra época, pero más cercana a la cultura oriental de la que se cree tenga raíces ancestrales. Para mal, porque al considerarla por nosotros como primitiva, se tiende a olvidarla y, en muchas ocasiones, a negarla a pesar que coexiste en nuestro país sin que en el cotidiano de la cultura urbana sea evidente.
Otro componente de la mezcla es la cultura europea, la heredada de España. Ésta le ha dado una estructura social de más de quinientos años y que, por empatía y lazos de parentescos, sigue fluyendo hasta nuestros días como en la conformación de las ciudades y la cultura urbana con el sentido humanístico que proviene desde el Renacimiento italiano, herencia europea-mediterránea.
Y por último, está la cultura americana anglosajona de interpretación norteamericana. El área de influencia geográfica coloca a México con una visión cultural sobre la tecnología, el pragmatismo y la perspectiva hacia el futuro, aunque también el carácter comercial y muchas veces superficial de la cultura del consumo y olvido.
Esta rara mezcla, que puede ser análoga al resto de países latinoamericanos, ha traído como consecuencia cantidad de contrastes sociales de los que se nutre el cine. Por ello emprendemos aqui un análisis fenomenológico sustentado en estas raíces para comprender la evolución de la cultura cineasta mexicana, sobre todo por el logro de los tres ganadores de los Oscar en la edición 2014: el director Alfonso Cuarón, el fotógrafo Emmanuel Lubesky y la actriz Lupita Nyong’o.
Sea pues un motivo de homenaje para un pueblo con muchísimas carencias, disgregado, lleno de necesidades y, sobre todo, autoestima; que sea para plenificarse de orgullo por el cine que hoy ha recibido reconocimientos internacionales.
Texto editado para la Mostra del Cinema en Venecia, Italia 2014
México es un país de muchos contrastes. Es una extraña mezcla con la cultura indígena que ha podido sobrevivir a través de los siglos intacta para bien y para mal. Para bien porque otorga una identidad muy fuerte de tradiciones, de mística, de una visión surrealista de la vida para nuestra época, pero más cercana a la cultura oriental de la que se cree tenga raíces ancestrales. Para mal, porque al considerarla por nosotros como primitiva, se tiende a olvidarla y, en muchas ocasiones, a negarla a pesar que coexiste en nuestro país sin que en el cotidiano de la cultura urbana sea evidente.
Otro componente de la mezcla es la cultura europea, la heredada de España. Ésta le ha dado una estructura social de más de quinientos años y que, por empatía y lazos de parentescos, sigue fluyendo hasta nuestros días como en la conformación de las ciudades y la cultura urbana con el sentido humanístico que proviene desde el Renacimiento italiano, herencia europea-mediterránea.
Y por último, está la cultura americana anglosajona de interpretación norteamericana. El área de influencia geográfica coloca a México con una visión cultural sobre la tecnología, el pragmatismo y la perspectiva hacia el futuro, aunque también el carácter comercial y muchas veces superficial de la cultura del consumo y olvido.
Esta rara mezcla, que puede ser análoga al resto de países latinoamericanos, ha traído como consecuencia cantidad de contrastes sociales de los que se nutre el cine. Por ello emprendemos aqui un análisis fenomenológico sustentado en estas raíces para comprender la evolución de la cultura cineasta mexicana, sobre todo por el logro de los tres ganadores de los Oscar en la edición 2014: el director Alfonso Cuarón, el fotógrafo Emmanuel Lubesky y la actriz Lupita Nyong’o.
Sea pues un motivo de homenaje para un pueblo con muchísimas carencias, disgregado, lleno de necesidades y, sobre todo, autoestima; que sea para plenificarse de orgullo por el cine que hoy ha recibido reconocimientos internacionales.
Memoria colectiva
El cine se nutre de eventos relevantes que ilustran, de alguna manera, la cultura de una época. El levantamiento de los Grupos de Autodefensa en Michoacán y de los guerrilleros del EZLN en Chiapas en los 90 es una muestra de ello. Nos recuerdan los inicios de la Revolución Mexicana. Las muestras de organización social, solidaridad, arrojo y valentía para tomar las armas parecen fuera de época y son motivos de orgullo nacional por personajes desconocidos que cifran la esperanza de un pueblo que no está dispuesto a vivir como esclavo, sea por gobernantes corruptos o por narcotraficantes.
El cine es la memoria colectiva de un pueblo que, como el indígena, requiere contar historias de eventos significativos y tener la conciencia de quienes somos y de recordar errores.
Cuando los cineastas han podido ir al exterior, a la industria avanzada y han superado todas las barreras para competir con los grandes imprimiendo su visión particular, se encuentran con herramientas que sustituyen a la improvisación propia de nuestra cultura mexicana. A través de la historia se ha podido comprobar con casos ya no tan aislados, las aportaciones de mexicanos al cine internacional.
El principio
El cine llega a México apenas un año después de su nacimiento en París por los hermanos Louis y Auguste Lumièr. Ellos enviaron a los proyeccionistas Claude Ferdinand Von Bernard y Gabriel Veire a presentar al presidente Porfirio Díaz su invento.
El 6 de agosto de 1896 se realizó la primera exhibición del cinematógrafo en América en el Castillo de Chapultepec, dado que en Estados Unidos lo bloquearon a instancias de Thomás Alva Edison, quien poseía una patente de un aparato similar, el Vitascope. Aunque los enviados de Lumiere visitaron otros países de Latinoamérica promoviendo su invento, es en México donde realizaron una serie de 35 cortometrajes a manera de reportaje sobre estampas mexicanas de la capital, Guadalajara y Veracruz, como El presidente de la República paseando a caballo en el bosque de Chapultepec o Duelo a pistola en el bosque de Chapultepec, basado en una historia real entre dos diputados.
En 1899 se produce la primera cinta mexicana como cortometraje de nombre Riña de hombres en el zócalo, por Salvador Toscano y una versión de Don Juan Tenorio, pero más que una obra, era un reportaje de la obra teatral. En 1906, Enrique Rosas produjo el primer largometraje: Fiestas presidenciales en Mérida, financiadas por el Gobierno Mexicano, que identificó en este medio una manera eficaz de comunicar sus logros, de visualizar la historia y de interpretarla justificando sus figuras.
Para 1907, Felipe de Jesús Haro realizó la primera película de ficción filmada en México El grito de Dolores o la Independencia de México, escribiendo el guión y actuando con el papel principal de Miguel Hidalgo.
Del inicio del cine en México con un desarrollo gubernamental apoyado principalmente por Porfirio Díaz, se hace un paréntesis para el cine de ficción durante la Revolución Mexicana de 1910 hasta 1917; sin embargo, se filman documentales de batallas. De esta manera, la Revolución se transforma en el primer conflicto armado totalmente documentado en formato de cine, de ahí su difusión internacional.
El cine llega a México apenas un año después de su nacimiento en París por los hermanos Louis y Auguste Lumièr. Ellos enviaron a los proyeccionistas Claude Ferdinand Von Bernard y Gabriel Veire a presentar al presidente Porfirio Díaz su invento.
El 6 de agosto de 1896 se realizó la primera exhibición del cinematógrafo en América en el Castillo de Chapultepec, dado que en Estados Unidos lo bloquearon a instancias de Thomás Alva Edison, quien poseía una patente de un aparato similar, el Vitascope. Aunque los enviados de Lumiere visitaron otros países de Latinoamérica promoviendo su invento, es en México donde realizaron una serie de 35 cortometrajes a manera de reportaje sobre estampas mexicanas de la capital, Guadalajara y Veracruz, como El presidente de la República paseando a caballo en el bosque de Chapultepec o Duelo a pistola en el bosque de Chapultepec, basado en una historia real entre dos diputados.
En 1899 se produce la primera cinta mexicana como cortometraje de nombre Riña de hombres en el zócalo, por Salvador Toscano y una versión de Don Juan Tenorio, pero más que una obra, era un reportaje de la obra teatral. En 1906, Enrique Rosas produjo el primer largometraje: Fiestas presidenciales en Mérida, financiadas por el Gobierno Mexicano, que identificó en este medio una manera eficaz de comunicar sus logros, de visualizar la historia y de interpretarla justificando sus figuras.
Para 1907, Felipe de Jesús Haro realizó la primera película de ficción filmada en México El grito de Dolores o la Independencia de México, escribiendo el guión y actuando con el papel principal de Miguel Hidalgo.
Del inicio del cine en México con un desarrollo gubernamental apoyado principalmente por Porfirio Díaz, se hace un paréntesis para el cine de ficción durante la Revolución Mexicana de 1910 hasta 1917; sin embargo, se filman documentales de batallas. De esta manera, la Revolución se transforma en el primer conflicto armado totalmente documentado en formato de cine, de ahí su difusión internacional.
Una situación análoga se registró en el levantamiento armado del subcomandante Marcos en Chiapas en la década de los 90, cuando la fuerza de apenas dos o tres enfrentamientos fue catalizada por el despliegue periodístico a nivel mundial con una participación importante de los Monos blancos italianos. Ello evitó que el ejército mexicano diezmara al incipiente Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, mayormente integrado con indígenas mal preparados y con armamento inapropiado, las más de las veces simbólico.
Otro evento análogo es la reciente guerra de Irak, filmada por los Estados Unidos y expuesta de inmediato casi sin edición; esto proporcionó la sensación de estar presentes en el conflicto armado de manera directa.
El cine de la Revolución Mexicana es el producto visual logrado en el campo de batalla y normalmente en las haciendas que fueron utilizadas por ambos bandos como fortalezas. Esto impregnó de los iconos y una estética arquitectónica que distinguieron la posterior época de oro del cine mexicano que surge al terminar el conflicto.
La Revolución Mexicana, más que una revuelta civil contra un sistema dictatorial, fue la lucha fratricida entre las diferentes fuerzas militares por disputarse el poder ante la huida del dictador Porfirio Díaz, héroe en la batalla de Puebla contra las tropas francesas.
Al caer el gobierno electo de Francisco I. Madero por el general Huerta, el pueblo se levantó en armas fuera del centro de la República. La economía medieval fundada en las Haciendas -grandes parcelas de terreno cultivadas y organizadas por familias españolas y criollas- se encontraban desde principios del siglo XX en su fase de industrialización como en Europa. En México, a diferencia de Argentina y Estados Unidos, el indígena estaba más civilizado y, por lo tanto, más propenso a ser esclavizado en pro de obtener casa, comida y sustento. Pero para la percepción de los españoles, había una latente preocupación por una revuelta; muchos lucharon para defender u obtener haciendas u otros beneficios.
La revuelta fue “de todos contra todos” por lo que el conflicto dejó al país devastado, hasta que los gobiernos militares -desde Obregón a Calles- lograron silenciar a los caudillos. Con ellos se da la destrucción del sistema económico mexicano, basado en el desarrollo agropecuario, al parcializar las grandes extensiones de los latifundios y haciendas, creando la figura del ejido para proveer tierra cultivable para el autoconsumo.
La época de oro
Entre 1917 y 1920, mientras transcurría la Primera Guerra Mundial, el cine europeo detiene sus producciones, por lo que la mayor importación de películas a América cesan. Es entonces que se produce la primera época de oro del cine mexicano. Estados Unidos aún no desarrollaba la industria cinematográfica y las relaciones con el vecino del norte no eran del todo fraternales, debido su participación en el conflicto revolucionario apoyando indistintamente a las partes oficialista y revolucionaria. Además, el uso constante de la figura del mexicano bandolero, usada por el cine del viejo oeste, provocaba rechazo en México para exhibir las películas.
Il Fuoco (Giovanni Pastrone, 1915) |
En 1917 se exhibe con mucho éxito la película italiana Il fuoco de 1915, interpretada por Pina Menichelli, la cual se tomó como modelo a seguir en temas de cine de comedia romántica o melodramática, no sólo en México sino también en Estados Unidos. En este momento es cuando se forma el concepto de diva italiana, con una iconografía distinta a las divas del teatro y la ópera, con mujeres bellas, voluptuosas en historias pasionales y atrevidas para la época, todo ello producto de los nuevos roles producidos para la imagen de la mujer del nuevo siglo XX.
El sonido óptico
De los dos centros principales de desarrollo del cine en Estados Unidos, Nueva York y Los Ángeles, en el segundo -por la cercanía con la frontera norte con México y por ser la segunda ciudad con más habitantes de origen mexicano- hubo gran participación de directores, actores y técnicos mexicanos. Estos obtuvieron formación profesional e incluso éxitos como en 1931, cuando se realizó la primera cinta sonora mexicana con sonido óptico. Esta tecnología fue inventada en 1929 por el ingeniero mexicano en electrónica, José de Jesús Rodríguez Ruelas, conocido como Joselito Rodríguez, quedando registrada en Estados Unidos como Sound Recording System.
El cine apenas había incorporado el sonido a la imagen. Al principio había sólo música en vivo con pianola, después narradores que traducían las películas mudas en otros idiomas y le añadían énfasis dramático con su voz. Posteriormente se utilizaron discos grabados para musicalizar las cintas con sonido indirecto sincronizado. La película Santa fue la primera en utilizar el Sound Recording System, grabando el sonido directo en una banda sonora paralela a las imágenes en la misma película. Logró ser el tercer equipo en el mundo en conseguirlo, pero con la ventaja de ser con el primer equipo portátil con su peso de solo 6 kg, comparado con sus antecesores de 90 kg en promedio.
Al igual que en este caso, el ingenio mexicano es absorbido por el aparato de desarrollo tecnológico que representa Estados Unidos. Un claro ejemplo es la invención de la televisión a color por el ingeniero Guillermo González Camarena.
La segunda época de oro del cine mexicano, en los años 30, coincide con otros factores políticos y sociales.
Con el gobierno del general Lázaro Cárdenas se inicia una era de estabilidad política y desarrollo económico, impulsando la educación básica en todo México y expropiando el petróleo para solventar el gasto del desarrollo. Aparece el ambiente intelectual en literatura, música, poesía fotografía y pintura con autores y compositores como Silvestre Revueltas, Xavier Villaurrutia, Carlos Pellicer, Salvador Novo, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco, Frida Kahlo, Tina Modotti, Manuel y Lola Álvarez Bravo. Estos intelectuales y artistas tenían como común denominador temático la revisión de la Revolución Mexicana y una ideología similar a la rusa. La muestra es el muralismo mexicano que hace evidente su participación de los pintores no sólo en la temática, sino en la militancia del Partido Comunista Mexicano.
¡Qué Viva México! (Sergei Einsenstein, 1930) |
Entre 1930 y 1932 el cineasta ruso Sergei Mijalovich Eisenstein estuvo en México para filmar una película ¡Qué viva México! Este director había sido patrocinado por intelectuales de izquierda estadounidenses para trabajar en Hollywood; sin embargo, el gobierno le negó la visa de trabajo por lo que lo encauzaron a México con este proyecto. La película no pudo ser terminada porque le retiraron el financiamiento quedándose con el material filmado, mismo que reciclaron en otras películas donde se plasmaron escenas fundamentales para la estética del posterior cine mexicano.
Allá en el Rancho Grande (Fernando Fuentes, 1936) |
Allá en rancho grande (1936) dirigida por Fernando Fuentes le dio el primer reconocimiento internacional al cine mexicano en la Mostra Internazionale d´Arte Cinematográfica di Venezia en 1938, en la categoría de fotografía para Gabriel Figueroa. La comedia ranchera y las películas de lucha libre son aportaciones mexicanas al cine internacional.
El Indio Fernández
Aparece en escena Emilio “el Indio” Fernández quien desde su perspectiva internacional, mira a México y sus íconos, impresionado por la fotografía de Eisenstein. Inicia como actor en México con Janitzio (1934). Bajo este formato, dirige su primera obra exitosa en 1941 Flor silvestre, conjugando a manera hollywoodense un equipo creativo con la fotografía de Gabriel Figueroa, guión de Mauricio Magdaleno, música del trío Los calaveras y los actores Dolores del Río y Pedro Armendáriz. Quedaba constituida la imagen del cine mexicano rural fuera de sus fronteras.
María Candelaria (Emilio Fernández, 1943)) |
Sus películas premiadas en el extranjero fueron: María Candelaria (1943) Gran Premio de la Crítica del Festival de Cannes; La perla (1945) premio a la mejor fotografía y mejor contribución al progreso cinematográfico en el Festival de Venecia; Río Escondido (1947) premio a mejor fotografía en el Festival de cine de Karlovy Vary; Pueblerina (1948) premio a mejor fotografía en el festival Checoeslovaco; Salón México (1948) en el Festival de Bruselas; La red (1953) con la actriz italiana Rossana Podestá, premiada en el Festival de Cannes. Se dice, incluso, fue el modelo para la estatuilla del Oscar.
El trabajo de Emilio “el Indio” Fernández es también una aportación para la arquitectura mexicana, pues uno de sus escenógrafos es el arquitecto Caco Parra, quien traslada, al igual que Luis Barragán, conceptos de las haciendas a la construcción de casas y mansiones con el estilo llamado Colonial Mexicano, importado de Los Ángeles, California.
Luis Buñuel
El cine de los años 50 también se ve evolucionado con la llegada del cineasta de altura Luis Buñuel, de fotógrafos y actores españoles como los hermanos Domingo y Fernando Soler, como consecuencia de la emigración de la Guerra Civil Española. Es la época del Moderno en México con el movimiento Art Decó, que de manera local se llamó Arquitectura Nacional y de alguna manera impactó a los Estados Unidos para las escenografías y la arquitectura con motivos mexicanos.
La aportación de Luis Buñuel es relevante por su enfoque surrealista, como en la cinta El perro andaluz de 1929. El movimiento surrealista contó con a Max Ernst, André Bretón, Paul Eluard, Tristan Tzara, Yves Tanguy, Magritte y Louis Aragón, quienes se reunía en el Café Cyriano en París.
Buñuel llega a México porque su trabajo se ve limitado en Estados Unidos debido a su pasado republicano que los detractores lo interpretaban pro comunista. En México encuentra su segunda patria y es aquí donde muere nacionalizado mexicano.
Los Olvidados (Luis Buñuel, 1950) |
En 1949 y 1950 realiza las películas el Gran Calavera y Los olvidados, retratando la miseria urbana de los niños de la calle. Para la UNESCO está última es una de las tres películas reconocidas como memoria del mundo.
La notable obra de Luis Buñuel en México y su visión de hacer trabajos para concurso internacional, le llevó a trabajar guiones con José Revueltas y Juan de la Cabada: La ilusión viaja en tranvía (1953), Nazarín (1958) -Palma de oro del Festival de Cannes de 1959- y Viridiana (1961), película en coproducción hispano mexicana, actuada con Silvia Pinal. Esta película fue presentada a concurso representando a España, ganando la Palma de Oro. En 1964 filmó su última película mexicana Simón del desierto, con la cual obtuvo el León de plata del Festival de Cine de Venecia en 1965.
Entre 1950 y 1990 son 40 años de control gubernamental, tanto de la producción como de la distribución, por lo que las productoras se dedicaron a un mercado comercial, películas intrascendentes de rumberas, de albur y corte cómico. Es una época de abuso del poder gobernante, donde cada empresa particular basada en la renta de lo que produce, se transforma en prioridad social para el gobierno, nacionalizándola para después rematarla por improductiva al mejor postor o a prestanombres para quedarse con ellas.
Sin embargo, la figura del Indio Fernández y Alfonso Arau se mantiene en El rincón de la vírgenes (1972) bajo la dirección de Alberto Isaac. Éste filme es una adaptación del cuento Anacleto Morones de Juan Rulfo. Otros casos excepcionales son Mecánica Nacional (1971) de Luis Alcoriza y El castillo de la pureza (1972) de Arturo Ripstein, basada en un hecho real ocurrido en la Ciudad de México y narrada en la novela La carcajada del gato de Luis Spota.
El rincón de las vírgenes resulta una síntesis iconográfica del cine mexicano rural, vinculando a uno de sus iniciadores como actor, el Indio Fernández con el joven talento de Alfonso Arau, quien después dirige y produce Como agua para chocolate (1992), la primera producción del denominado Nuevo Cine Mexicano.
La Montaña Sagrada (Alejandro Jodorowski, 1973) |
Alejandro Jodorowski
Alejandro Jodoroswski, artista chileno, realiza su etapa importante como director de cine en México en los años 70. Filma cuatro películas de poco éxito pero deja huella de su visión surrealista y chamánica: Fando y Lis (1968), Santa Sangre (1989), La montaña sagrada (1973) y El topo (1970). Federico Fellini hace referencia en su obra Satiricón de 1969.
Alejandro Jodoroswski, artista chileno, realiza su etapa importante como director de cine en México en los años 70. Filma cuatro películas de poco éxito pero deja huella de su visión surrealista y chamánica: Fando y Lis (1968), Santa Sangre (1989), La montaña sagrada (1973) y El topo (1970). Federico Fellini hace referencia en su obra Satiricón de 1969.
En 1963 se crea en la Universidad Nacional de México (UNAM) el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) como escuela nacional de cine, siendo la primera en América Latina bajo el modelo de enseñanza de la cinematografía francesa, que llega a México a través de los cineclubs universitarios.
A pesar de ser la institución pública educativa superior más subsidiada por el gobierno, es la más crítica e independiente. En el conflicto estudiantil del 1968, sus estudiantes filmaron escenas que más tarde conformaron el largometraje documental El grito.
De esta escuela egresa la nueva generación de cineastas contemporáneos como Jorge Fons, director de El callejón de los milagros (1995), Jaime Humberto Hermosillo, director de La tarea (1990), Alfredo Gurrola, Issa López, Juan Mora Catlett, director de largometrajes en dialectos indígenas; Carlos Mendoza, investigador y realizador de más de 50 documentales de interés social; Carlos Bolado, nominado al Oscar en 2002; Fernando Eimbeicke, director de Temporada de patos (2004) considerado en el 2005 como Variety Ten Directors to Watch y ganador del premio Alfred Bauer del Festival de Berlín en 2009; Julián Hernández, director y ganador del Teddy Award en dos ocasiones en el festival internacional de Berlín en 2003 y 2009; Ernesto Contreras, director de Párpados azules, selección oficial de la semana internacional de la Crítica del Festival de Cannes 2007 y Alejandra Sánchez, documentalista nominada al premio del Jurado del Festival Sundance 2007.
Alicante, España 2014
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