lunes, 1 de noviembre de 2021

La Arquitectura Mediteránea desde México

Un enfoque fenomenológico a nivel internacional de Enrique Murillo

Autor: Dr. Arq. Joel Olivares Ruiz

La arquitectura para que sea trascendente requiere adaptarla a las condiciones del sitio, para que pertenezca al lugar; que no sólo se apropie de él sino que lo defina habitable.

La zona del mediterráneo desde tiempos históricos, por el clima cálido seco, ha albergado las principales culturas como la egipcia, la fenicia y la griega, con estrategias para adaptarse al terreno cerca del mar, con el objetivo de paliar el calor del verano y el frío seco del invierno, utilizando para ello la brisa fresca del mar; pero para ese contorno del sur de Europa, norte de África y oriente de Asia menor; es la zona más preciada por su clima, por la comunicación marítima y por obtener alimento del mar.

Para la arquitectura, si bien la iconografía mediterránea son las construcciones de cantera encalada, las vistas y la orientación hacia el mar, hay zonas escarpadas y playas de arena inhóspita. Fue hasta siglo XIX que los médicos ingleses descubrieron el potencial curativo que tiene el baño de agua templada y salada para enfermos psiquiátricos. De ahí viene el desarrollo de las ciudades costeras que no son puertos comerciales.

Cabe aclarar que desde los tiempos de Napoleón Bonaparte, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, las zonas costeras estaban protegidas para evitar la erosión de las dunas, que hasta la fecha en Francia son consideradas importantes para la conservación del litoral, por lo que para obtener permiso de propiedad, ocupación y desarrollo inmobiliario, primero había que reforestar con árboles para consolidar las dunas. Aquí en México, sobre todo en Coatzacoalcos, se eliminan las dunas dejando abiertos los humedales, para después cubrirlos con concreto.

Santorini

El ícono de la arquitectura mediterránea es la griega y el sitio más conocido es Santorini; las construcciones hechas en el acantilado para aprovechar las vistas al mar desde la altura y esa manera de hacer la arquitectura es la que le maravilló de joven a Le Corbusier cuando visitó la zona. La visión de este arquitecto precursor del movimiento Moderno fue en cuanto la pureza escultórica de la unidad frente a la compleja diversidad, porque la búsqueda de esa época de los años veinte era precisamente la abstracción en las vanguardias. Así sucumbió de admiración en los conceptos básicos de esta arquitectura específica para su obra, el sitio, la geometría euclidiana, las terrazas, sobre todo el techo-terraza, el espacio mínimo y la integración de los muebles. Por ello sus primeros proyectos de la casa modelo Citrohan contiene estos atributos, así mismo la complejidad con la que se construye Santorini tiene una interpretación en la casa dominó, que comúnmente se le ha visto como sistema constructivo de concreto normalizado. Sin embargo, como su nombre lo indica, es un juego creativo de organización de módulos para generar conjuntos sin prever su diseño general. Tal vez el Hábitat 67 de Montreal sea la aplicación más lograda de este concepto.

Santorini

Y eso es Santorini como arquitectura mediterránea. Está construida y desarrollada desde arriba hacia abajo del acantilado, apegándose a las condiciones topográficas de los bordes, que de ninguna manera pueden ser lotes geométricamente regulares y rectangulares. Lo interesante del caso es que los arquitectos y constructores de esa ciudad histórica han leído de manera muy clara los conceptos básicos para incorporar nuevas obras y que el resultado sea una ciudad armónica. Con pequeñas calles, rampas y escaleras que serpentean para llegar a las propiedades, construcciones geométricamente simples horizontales paralelas al acantilado, techos-terrazas para usarlos de miradores, albercas adosadas, construcciones de piedra con pequeñas ventanas, bóvedas y jardines con macetas.


México tendría en la amplitud de sus litorales la capacidad de crear conjuntos habitacionales, de hecho, las zonas turísticas impulsadas por Fonatur, como Acapulco, Cancún, Ixtapa y Puerto Vallarta son una muestra. Sólo Puerto Vallarta, en el desarrollo hotelero de Las Brisas, se ha introducido el estilo mediterráneo de manera desafortunada como arquitectura de cartón. Ese es el problema de leer estilos y no conceptos.

Un trabajo magistral que bien podría estar en la ciudad de Santorini es la obra de Enrique Murillo en la bahía de Acapulco, la casa construida se integra simbióticamente al terreno como forma orgánica, de manera natural, con la experiencia en la experimentación de las cubiertas inclinadas de la casa en Boca del Río, Veracruz, y la de Tlacotalpan, adapta la forma de la obra arquitectónica a las condiciones climatológicas de cada sitio.


La organización de la casa, a diferencia de las dos precedentes, donde predomina la unidad mínima, esta está diseñada como una aldea oriental o africana alrededor de una plaza, que es la zona común y central de la casa como palapa, con cuatro áreas de dormitorios independientes y separados entre sí. Se trata de una casa de vacaciones, para aprovechar el clima que aunque sea invierno en esta zona es cálido-húmedo, donde el viento que llega como brisa marina es esencial. La propuesta innovadora está en que no tiene ventanas en la parte central y por supuesto clima artificial, es la arquitectura como forma la que, utilizando la ventilación refrescante de la brisa del mar, hace la función de la antigua palapa.


La casa se ubica en la zona de en medio, con ello logra que se integre como forma mimética a la loma y sobresalga como monumento, que el aire pase a través de la casa con jardines al frente hacia el mar y atrás hacia la entrada, a la vez de darle intimidad de la calle. Lo que se gana con esta estrategia es que la casa adquiere una extensión espacial hacia la bahía y la inmensidad del mar, de tal manera que se minimiza la presencia arquitectónica, pero a la vez el resultado es la transformación de la escultura, esto es porque al no tener una separación de los muros con la cubierta que está en blanco, parece más un muro de contención, integrando la forma orgánica al terreno. Este sería el máximo nivel de las aspiraciones en la arquitectura, que alcance el nivel del arte plástico.


Investigando sobre la arquitectura de Acapulco nos encontramos con la casa de Maximino Ávila Camacho, construida en el año 45, que al igual que la casa de Carlos Slim, tienen pretensiones de ser las mejores residencias de la zona, en la época del Moderno, la primera y actual la segunda. Ambas las vemos con otra actitud para utilizar el sitio como basamento de una obra que se ensalza a sí misma. Sobre todo la de Carlos Slim, su arquitecto aplanó el acantilado para darle jardín, por ello de fuera parece una fortaleza desde la bahía y por dentro un terraplén con jardín, con la casa encima. Pero ésta tiene un diseño tan urbano que puede estar en cualquier sitio; la de Enrique Murillo no: es la que no solo se adapta al sitio sino que lo mejora.


Esa es la aportación del diseño en la arquitectura, cuando puede sintetizar la historia como cultura, con la arquitectura mediterránea y a la vez aportarle a ese sitio, algo nuevo. La casa de Acapulco de Enrique Murillo no sólo es una aportación de la arquitectura mexicana de Acapulco sino de la arquitectura mediterránea de Santorini, que si estuviera ahí, sería una de las mejores de la isla, porque está hecha con sus esencias del sitio que la definen como una arquitectura de litoral, en acantilado, del clima cálido húmedo, de la función recreativa e informal de vacaciones, del carácter como palapa y de la forma orgánica integrada al terreno, pero con la visión contemporánea significativa de casa.

De los conceptos de teoría de la forma que utiliza, es el mimetismo, la abstracción de la forma y la complejidad para acercarse a la arquitectura orgánica, ahora incluida en la fenomenológica. Es una mezcla de orígenes de F. L. Wright en la interpretación oriental de las cubiertas, de Le Corbusier del purismo y Jean Nouvel por los recorridos, no de manera directa como referencia, sino como coincidencia creativa de ser originales.


La casa de Acapulco fenomenológicamente es una arquitectura del agua, la zona principal que es la posterior, la que da al paisaje de la bahía es agua; con tres recipientes de agua en distintos niveles, una tina de hidromasaje, un chapoteadero y una alberca, que se funden con el paisaje de la bahía, incorporándola como cuarto recipiente. Esta secuencia produce una dinámica espacial de la forma. Las escalinatas, que es un elemento escultórico vinculado a la plaza, permite, que el espacio físico se agrande y se diseñe con textura; además que invita a sentarse en cualquier lugar. Funcionalmente bastaría una escalera de ancho para dos personas, aquí esta diseñada para una multitud. Y por último el encuadre, el interior de la forma con la bóveda de cañón abierta hace protagónico el paisaje pero también le da escala, por ello es atractivo este vínculo interior-exterior de la boca de la cueva. La arquitectura se vuelve tectónica, pasa de cubierta a puente, escalera a murete, como en Santorini. Esos son los principios u orígenes perceptivos de una arquitectura fenoménica.

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