jueves, 11 de mayo de 2023

La banalización del mal

Fotografía de Naser Nader Ibahim

Autor: Joel Olivares Ruiz

El tema de la banalización del mal es muy controversial y de naturaleza ética, que al ser un modo social operativo y normalizado pasa desapercibido. Se suele confundir con la humildad y cuando esta la equiparamos con su contrario que es la arrogancia, podemos perder la pista de cuestionar la evolución de cualquier situación o de ver en las nuevas propuestas una ocasión para descargar toda la frustración contenida, al no ser partícipes en los cambios, sea porque no los entendemos por sentirnos rebasados o simplemente porque no son nuestros. 

Cuando el éxito en los demás nos deja una situación de malestar estamos propensos a no ser críticos sino criticones. Banalizar el mal en Arquitectura es aceptar que esta disciplina incluye todas las construcciones mal hechas, por lo que cuando surge una obra bien construida, pero diferente, no estamos en grado de evaluarla por que creemos que la Arquitectura puede ser cualquier cosa menos arrogante, que no nos insulte con su presencia, por ello es mas fácil degradarla y ahí si tener voz y voto para evitar su aceptación. El cuestionamiento ético viene, porque si mal que bien, quien estudia la Arquitectura, sabe mas de ella que cualquiera, en teoría, esto nos llevaría que podemos disfrutar de ella con mas sensibilidad que cualquier otro. Sin embargo, cuando vemos la Arquitectura como gusto, nos ponemos a la altura de cualquier dilectante que opine sobre las obras arquitectónicas sin fundamento.

Históricamente los nuevos movimientos en la arquitectura siempre han sido cuestionados porque se adelantan a su tiempo, Le Corbusier fue muy atacado a pesar de la aportación que hizo para el cambio de la estética de la arquitectura del siglo XX, haciendo obras de vanguardia en su primera etapa desde 1922 hasta 1940, cambió los techos inclinados por planos horizontales y fachadas neoclásicas con decorados, por superficies lisas, aplanadas en blanco, utilizando las azoteas como terrazas. Incorporó la estética de la ingeniería de obras de la construcción de fábricas, de los barcos trasatlánticos y de la arquitectura mediterránea griega. Le Corbusier era un artista plástico que se hizo arquitecto, con una intuición por la nueva época, tal que visualizó las ciudades modernas cosmopolitas, tal como las vemos ahora, pero en su tiempo fue cuestionado porque para la estética neoclásica lo que hacía como obras arquitectónicas eran bodegas.

Hoy en este siglo a 100 años de Le Corbusier, a pesar de que el movimiento Moderno nos acostumbró con su postura de originalidad e inventiva la nueva arquitectura siglo XXI parece incomprendida. El Posmoderno a pesar de que ya está utilizado en México, sobre todo el Minimalismo por ser coherente a la arquitectura volumétrica que nos distingue, no se lee, más que como estilo o una continuidad del Moderno lecorbusiano.


El caso que nos ocupa para este discurso de la banalización del mal, es la obra de Rafael Pardo Ramos, ubicada en la calle Mariano Escobedo, Zoncuantla, municipio de Coatepec, más conocida como La Pitaya, entre Xalapa y Coatepec, por la carretera Briones. Se trata de un pequeño edificio habitacional de departamentos de apariencia minimalista, ya que es una torre de concreto aparente. 

Los argumentos que esgriman algunos vecinos, es que según ellos se trata de una colonia campestre, en la que solo se debería construir casas unifamiliares de apariencia colonial mexicano. Este fraccionamiento está habitado de personas que huyen de la ciudad de concreto del Moderno, algunos de Ciudad de México, buscando el verde de los alrededores, y una vida más sana, más tranquila, menos caótica.

Fotografía de Onnis Luque

Zoncuantla se llama colonia, pero ha sido una propiedad privada fraccionada con el formato de fraccionamiento campestre; esto, para no incorporar por el lotificador de los servicios urbanos, servicios de pavimentación, agua, luz, teléfono y áreas de donación. Ahí se han establecido casas desde interés social hasta residenciales, por lo que, al no haberse comprado en su totalidad por colonos, no existe una representación que imponga a los nuevos propietarios reglas. Es por ello que legalmente es un espacio público urbanizado, es decir, ni es una colonia ni un fraccionamiento privado; hay reglas sobrentendidas, que al no ser legalizadas, no pueden aplicarse ni siquiera por la mayoría de habitantes de esa llamada colonia. Fraccionamiento campestre, sería por lo tanto un término urbano para clasificar asentamientos fuera de la ciudad, en el campo y sin servicios.

Fotografía de Onnis Luque

Lo dramático del caso es la ignorancia hacia esta propuesta arquitectónica que al ser una arquitectura siglo XXI se adelanta a su tiempo. El edificio es sustentable, al ocupar un 25% de terreno, 25% de estacionamiento y dejando el 50% de área verde, mucho mas que la mayoría de lotes en ese fraccionamiento, es una torre porque propicia la densificación vertical de departamentos mínimos en área, está al borde de la carretera, con espacios para estacionamiento, dos por departamento, y tres para visitas.

El respeto a la naturaleza que aporta este edificio a la comunidad es mayor que una obra del siglo XX en esta misma zona. En 450 m2 de construcción vertical se construye en un terreno con pendiente de 45% donde apenas sobresale tres niveles de la calle por tres en la parte inferior. Como se encuentra en la parte alta de la loma, no tapa la vista de ninguna construcción en el fraccionamiento, la vista desde la carretera es un pequeño volumen vertical. Recupera el agua pluvial en el terreno en una cisterna para ser utilizada para servicios sanitarios y riego, está diseñado para parejas jóvenes o solteras, para un total de siete habitantes máximo en todo el edificio, cerca del promedio de habitantes por lote. La iluminación es por leds, así que la carga energética es menor de cualquiera de las casas vecinas. Y lo mas importante: el aporte estético que aporta a la comunidad, es verdaderamente una escultura, muy por encima de las casas sin diseño que están construidas en la zona.

Fotografía de Onnis Luque

La intolerancia de algunos habitantes del fraccionamiento simulado como colonia han llevado a entorpecer la terminación de la obra, legalmente con licencia de construcción por el municipio de Coatepec. Y pareciera que es el costo de adelantarse a la época, como le pasó a Le Corbusier. Tachar de no estético esta obra, no es un argumento suficiente en una colonia donde predomina la no arquitectura. Se salvan algunas obras como la de Fernando Prado o las del difunto Danilo Veras en esta zona.

Banalizar el mal en Arquitectura es aceptar que esta disciplina incluye todas las construcciones mal hechas, por lo que cuando surge una obra bien construida, pero diferente, no estamos en grado de evaluarla por que creemos que la Arquitectura puede ser cualquier cosa menos arrogante, que no nos insulte con su presencia, por ello es más fácil degradarla y ahí si tener voz y voto para evitar su aceptación.

Edificio vecino al proyecto

Pero esa es la función de los arquitectos, proponer soluciones innovadoras, solo que muy pocos son visionarios como Rafael Pardo Ramos, joven arquitecto con obras de calidad internacional, reconocida nacionalmente por los premios Cemex. El futuro de la arquitectura está en la sustentabilidad, en los núcleos mínimos habitativos verticales, alejados del caos de la ciudad, con acceso fácil, envueltos de la naturaleza, pero sobre todo respetándose.

Dado que el edificio está al borde de la carretera y no afecta a resto de vecinos no se comprende el porqué tanta resistencia, cuando enfrente a esta obra se encuentra una construcción, disfrazada de colonial mexicano de cinco niveles, sin diseño arquitectónico, pero el bajo nivel de calidad de obra se interpreta como humilde, al igual que al lateral, en esto consiste la banalización del mal, toleramos lo que consideramos humilde y mal hecho y no defendemos la Arquitectura.


Fotografía de Onnis Luque

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