jueves, 13 de octubre de 2022

La Bailarina de Auschwitz

Para Zara

Autor: Joel Olivares Ruiz


No podemos decidir hacer desaparecer la obscuridad,

pero si podemos encender la luz


La propuesta de este libro La Bailarina de Auschwitz (2018) es muy significativa porque la hace la autora Edith Eger, una sobreviviente del Holocausto, pero desde su perspectiva como psicóloga clínica en la Universidad de la Joya, California, Estados Unidos, narrando primero su experiencia como joven judía de 16 años, bailarina y ya preseleccionada en gimnasia olímpica, cuando los nazis invadieron Hungría. 


Explica ella cómo pudo tener la fortaleza espiritual para sobrevivir al miedo, al hambre y a la degradación de todos sus valores culturales, de visión ante la vida, de la pérdida de la familia y de la humanidad misma, al ser esclavizada, humillada y llevada hasta tener solo 32 kilogramos y estar al borde de la inanición. 


La fuerza espiritual la obtuvo de vivir al día con la esperanza de sobrevivir  aferrándose a los recuerdos de una joven imberbe. Aferrándose al humor, a la imaginación creativa para escenificar concursos de belleza entre las prisioneras y al amor que iniciaba con promesas con el joven Eric.


Edith junto a su esposo, Bela

Narra su experiencia al llegar a Auschwitz para enfrentarse directamente al doctor Mengele, el ángel de la muerte, quien hacía la elección de quien vivía: baila entonces -en su imaginación- en un prado, como lo hacía en libertad cuando regresaba a su casa después de sus clase de danza. Y sin caer en el victimismo, pondera los pequeños rasgos de humanidad de sus captores. 


Licencia de Edith Eger para ingresar a Estados Unidos

Después de sobrevivir al cautiverio, vive la inmigración en un país con cultura extraña, desde las clases sociales más bajas de Norteamérica; trabajando en distintos oficios, logra  estudiar en la universidad donde se doctora en psicología y después de practicarla de manera clínica, fundamenta su Terapia del Perdón con base de sus vivencias como prisionera en Auschwitz. 


Es la suya, en síntesis, una historia de la búsqueda selectiva, no de las causas de la degradación humana de los verdugos nazis que causaron sus traumas, sino de la capacidad de supervivencia del humano en las condiciones más extremas de adversidad, en las que más ama y valora es la oportunidad de vivir. 


Esto es lo que la hace fuerte a la pequeña Edith y lo que ofrece como retribución a sus semejantes en el método de curación que postula con su teoría clínica.



El pasado nos construye, pero es nuestra decisión revivirlo, no cerrarlo, superarlo y aprender de él. Pero que nos atrape, no entenderlo o vivir el presente con la incertidumbre de haber elegido mal, es vivir atemporalmente, porque el pasado ya no existe.


Para alguien que ha vivido el cautiverio, le es extraña la banalidad de la vida cotidiana y se pregunta:  por qué es tan difícil vivir plenamente si se tiene todo. Tal vez no se valora lo que se tiene y se sufre por lo que no se tiene. 


El problema de ese enfoque es que, para el espíritu vacío, siempre faltará algo para ser feliz, o se requiere que otro se haga cargo de nuestra felicidad.


Menciona en su libro la “teoría del crecimiento en el desastre” de Richard Farson, según la cual, con mucha frecuencia, son las situaciones de crisis las que nos hacen mejorar como seres humanos. 


Edith con su esposo, Bela, y su primera hija

Esta situación le ha ocurrido a varios personajes, que de ser unas personas comunes y corrientes al suceder una catástrofe, las convierte, en su  recuperación de la desgracia, en seres extraordinarios.


Es el caso de una joven española que perdió sus piernas en un ataque terrorista de ETA en Madrid. La madre, quien había perdido un brazo, la ve en su cama y le dice: Esto es lo que hay, si queremos salir adelante tenemos que jugar con lo que tenemos. 


Y la joven llegó a ser campeona olímpica en descenso de esquí, profesionista y madre. Y otro caso es el de un oficinista de correos en Canadá, a quien le diagnosticaron cáncer, le dieron tres meses de vida y en lugar de retirarse a un hospital a pasar ese lapso, organizó una caminata de costa a costa, para recolectar dinero para una fundación de investigación del cáncer. Murió poco tiempo después del lapso que le dieron y no concluyó su meta, pero morir en el camino haciendo algo heroico fue lo que le dio sentido y valor a su vida.


La capacidad humana para ser sobrehumana la tenemos todos, solo hay que sacar la templanza en la crisis.


En sus palabras: Estamos abrumados por la pérdida y creemos que nunca recuperaremos el sentido de identidad y de realización, que nunca mejoraremos. Pero a pesar de las dificultades y las tragedias de nuestras vidas y, en realidad, gracias a ellas, todos tenemos la posibilidad de adoptar una perspectiva que nos transforme de victimas a triunfadores. Podemos elegir asumir la responsabilidad de nuestras dificultades y nuestra curación. Podemos elegir ser libres.

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